Friday, March 17, 2006


si eran aquellas las verdaderas cuestiones soportables de nuestra naturaleza, entonces nos contentábamos que así fuera y que la distancia provocara deseos profundos, acumulables y explosivos. siempre llenos de la ira de estar en conjunción con la soledad autoimpuesta, irracional e inentendible, que solo era apaciguada con el gesto de abrir silenciosamente la puerta. Me gustaba encontrarte así, con la almohada roja húmeda entre tus piernas o simplemente con las piernas abiertas para que mi mirada congelada en la imagen te masturbara, simplemente con ese anhelante deseo del tacto y los recuerdos. Sin más palabras, ni preámbulos, que aquella sonrisa maliciosa y la respiración agitada, te observaba silenciosamente, sin que supieras de mi presencia, aunque sé que siempre la sentiste, incluso en la distancia. Así esperando excitado, hasta que la inevitable energía de nuestros cuerpos, hiciera girar tu cabeza hasta encontrarme y así sonreías ligeramente, cerrabas tu ojos y dejabas lentamente tu cuerpo en plenitud sobre la alfombra. Entonces los segundos se hacían eternos, y la respiración más profunda todavía, mientras los deseos se acrecentaban y la súplica de la piel rasgaba los sentidos. Así lentamente y sin ensayo alguno, sujetos a la más sutil de las improvisaciones, todo comenzaba.


(fotografía: peter gorman)


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